Comenzamos nuestra excursión a poco menos de 2600, así que el desnivel de subida fue casi de 1000 metros. Desde que volvimos del Lengai, no había hecho nada de montaña y la verdad es que el parón navideño y los kilos cogidos se notaron más de lo deseado.
Desde la montaña las vistas del Kinangop a un lado, así como del lago Naivasha y todo el valle del Rift, son espectaculares.
La subida transcurría al principio por plantaciones de eucaliptos y coníferas, para adentrarse luego en un bambusal, bosque de bambúes que todo hay que decíroslo, increíble.
El hecho de ir renqueando todo el recorrido hizo que me encontrara solo y en silencio parte del mismo, por lo que pude disfrutar de un silencio del que se carece en compañía.
Los bambúes son plantas de hasta 40 metros, aunque en esta zona apenas llegan a la mitad; son muy flexibles lo que hace que cualquier brisa los mueva y se rocen unos contra otros, por lo que el bosque parece que te hable, con mil y un sonidos diferentes.
Las fotos.