El fin de semana pasado tuvimos una fiesta de despedida (más dos cumpleaños) que estuvo espectacularmente montada, con catering, DJ, pantalla proyectando películas de culto y cosas así; todo ello en un jardín gigantesco que tienen unos amigos cerca de nuestra casa. La fiesta estuvo bien y mejor habría estado si el DJ no se hubiera empeñado en poner su electro-acid-berlin-funk-house con toques de african flava, (no lo traduzco porque en realidad no siginifica nada) que aburrió al personal y dejó la pista de baile despejada hasta que llegaron las típicas horteradas al rescate. (En realidad no me quejo de esto, de haber predominado las horteradas españolas fiesteras, habría durado en la fiesta bastante menos)
Al día siguiente, como no madrugamos y como teníamos un amigo que se presentaba al concurso de paellas organizado por la Asociación de Hispanohablantes, nos fuimos a catarlas. No estuvo mal, todo hay que decirlo, aunque llegamos casi a las últimas, pero lo justo para poder comer sin tener que cocinar.
No todos los fines de semana tenemos dos actos sociales tan relevantes, pero sí que es verdad que actos de este tipo no faltan en esta ciudad, aunque no me anime ni a la mitad de los que nos invitan.
Esta noche, otra fiesta de despedida...
(No tengo fotos de las paellas).