La economía está basada en el crecimiento continuo a través del consumo de los recursos naturales, comportándose como si viviéramos en un sistema infinito.
El sistema en el que vivimos, que llamamos, antropocéntircamente,Tierra, no es, desde luego, infinito.
La ecología nos muestra que todas las poblaciones, tanto animales como vegetales, bacterianas o víricas, tienen un comportamiento muy similar en el tiempo, estando reguladas por los depredadores y/o los recursos. Como vimos en el cómic de la entrada anterior, los renos no estaban regulados por los depredadores porque no había, así que lo estaban por los recursos.
Los hombres, que no estamos regulados por los depredadores, si no contamos las enfermedades, además de evolucionar biológicamente, evolucionamos culturalmente, por lo que somos más adaptables que la mayoría de los animales y somos capaces de "inventar" nuevas situaciones para solucionar "viejos" problemas (como la falta de recursos), así, cada vez que parece que la producción de alimentos se estanca, aparecen, y se aplican, nuevas técnicas de producción que mejoran los resultados y aumentamos los recursos disponibles para nosotros; pero esto, en contra de las opiniones sustentadas por la infinita arrogancia humana, también tiene un límite ya que vivimos en un sistema finito.
Si recordamos la gráfica del cómic anterior, donde se ve la evolución del crecimiento de la población de renos en el tiempo, vemos que es una curva de crecimiento exponencial, que es la misma que actualmente dibujan los datos de crecimiento de la población humana en conjunto, situándonos actualmente en la parte ascendente en algún lugar cerca del punto de inflexión (y por tanto de la catástrofe).
Las religiones monoteístas principales, cristinanismo, islamismo y judaísmo, siguen propuganando entre sus fieles que hay que traer al mundo los hijos que dios, alá o yavé, te mande. En algún momento, dicen, llegaremos al día del juicio final, donde encararemos al creador que decidirá si vamos al cielo o al infierno (esto es básicamente igual en las tres, salvo los musulmanes que si van a parar al paraíso, contarán con la compañía de no sé cuántas vírgenes, lo cual podría degenerar en el mismo problema demográfico que aquí, pero en el cielo).
Lo que sucede es que parece que ese momento de ajusticiamiento divino se demora y somos ya muchos, así que quizá sea hora de empezar a plantearse seriamente que, dado que vivimos en un sistema finito, con finitos recursos (y esto sin contar con los demás con los que los compartimos), debemos, imperiosamente, frenar nuestro crecimiento poblacional si no queremos acabar como los renos.
Todos los programas de planificación familiar auspiciados por organismos internacionales son sistemáticamente torpedeados por el Vaticano (los judíos son muchos más pragmáticos en estos asuntos y los musulmanes no tienen tanto impacto en el mundo fuera del suyo), y van siendo hora de dejarnos de políticas políticamente correctas y coger al toro por los cuernos.
Los problemas más acuciantes de la humanidad hoy en día, como el cambio climático, el hambre, la pérdida de biodiversidad, las injusticias sociales, son debidos a una horrible e injusta distribución, uso y abuso de los recursos, pero la desbocada demografía no solo no ayuda si no que empeora la situación.
Como decía un anuncio en Brasil hace años: el Vaticano tardó cuatro siglos en pedir perdón a Kopérnico y Galileo, 40 años en pedir perdón por su papel durante el nazismo, ¿cuánto tiempo pasará para que pidan perdón por su postura frente a los anticonceptivos?
Como decía Gandhi la Tierra es suficiente para las abastecer las necesidades humanas, pero no para la avaricia de algunos.
Claro que desde entonces la población se ha más que duplicado... y la avaricia también.