Ella está convencida de que los elefantes de selva son una especie distinta a los de la sabana, y la verdad es que observándolos se ven muy distintos.
En los dos días que estuve allí, la rutina fue la misma, levantarse a las 5:30 y a las 6:00 encaminarse hacia la plataforma de observación, a una media hora de camino del campamento.
Por el camino había que cruzar un río y una zona pantanosa, por lo que íbamos en chanclas y con los pantalones remangados.
El segundo día, en medio del río que debíamos cruzar había tres elefantes. El pigmeo que nos mostraba el camino sin inquietarse lo más mínimo, sin detenerse y sin esperar otra posible respuesta de los elefantes, chistó un poco y los elefantes salieron despavoridos, alejándose, afortunadamente, de nosotros. En otra ocasión en el bosque había visto a un pigmeo espantar a un elefante que nos venía de frente por un estrecho camino a base de dar palmas, pero esta vez, fue incluso más sutil pero igualmente eficaz.
Cada vez que nos encontrábamos con un elefante en el camino, yo notaba los latidos de mi corazón al tiempo que los pigmeos se arrancan por soleás y los elefantes taconean despavoridos en su huída.
Las fotos: