Al principio atravesamos un bosque de senecios espectacular mientras nos dirigimos al paso de Stulhmann que se abre al Congo. Poco antes de llegar a dicho paso nos desviamos a la derecha y subimos trepando con pies y manos por una placa de granito poco pendiente, pero resbaladiza por la lluvia que nos acompaña desde que salimos del refugio. Tras esa placa nos adentramos en una zona de bolos graníticos de tres o cuatro metros que hay que superar con ayuda de las manos; unos 200 metros más arriba pasamos a una zona menos empinada, pero para entonces la nieve ha sustituido a la lluvia como compañera.
Un par de horas bajo la nieve y ya tenemos toda la zona cuajada por una fina capa, es muy curioso ver los senecios y las lobelias, plantas eminentemente tropicales, cubiertas y rodeadas de nieve.
Según avanzamos la nieve se hace más dura y comienza a bajar la niebla, así que tras unas tres horas de ascensión y a algo más de 4500 metros decidimos bajar, ya que está nevando mucho, la niebla nos niega cualquier vista y no tiene pinta de mejorar.
La bajada es muy peliaguda puesto que las rocas están o bien mojadas o bien cubiertas de nieve, lo que las hace especialmente resbaladizas.
La zona de bolos de granito y la placa final que conecta con el bosque de senecios la hacemos con el 4X4 metido (o sea, con las manos en el suelo añadiendo tracción y el culo como diferencial autoblocante). Por la última placa discurre ahora un reguero continuo de agua que es el causante de que finalmente me calen las botas.
Llegamos al refugio y es en estos momentos donde agradeces viajar con un montón de porteadores, cocineros y guías.
Según nos vamos cambiando la ropa, los cocineros recogen nuestra ropa mojada y la extienden en la cabaña donde cocinan para que se vaya secando, a la vez que nos ofrecen un té caliente y nos preparan una sopa de fideos que jamás osaría a tomar en otras circunstancias, pero aquí en la montaña, calado hasta los huesos y con mucho frío, sienta muy bien.
Cuando ya estamos todos más o menos repuestos, ya nos tienen preparada la comida, que suele consistir en un primer plato de sopa o crema, un segundo de pasta o arroz con pollo, ternera y/o verduras y para terminar algo de fruta fresca, algo que jamás osaría de portar en la montaña. Para finalizar, más té y café, para no perder el calor ganado trabajosamente.
No tengo fotos de este día, porque las condiciones eran tan malas que no me arriesgué a sacar la cámara, así que tendré que esperar a que me las pase uno de nuestros compañeros de aventuras que llevaba una buena cámara a prueba de lluvia y nieve pertinaz.
Para la aclimatación haber subido hasta los 4500 metros y regresar a dormir por debajo de 4000 nos viene muy bien, así que no ha sido en balde el día.