No hace tanto calor como en Madrid, pero hace más calor que en Vostok.
La vida sigue más o menos igual, paseos con Mara por todas partes combinados con rutas en bici por pistas facilonas (aunque con un buen desnivel que se nota más llevando a Mara en la silla sin dar ni una pedalada).
Pero hete aquí que en el pueblo hay una cosa que hay en todos los pueblos pero con la que yo no contaba: ¡las fiestas del pueblo!
Y como buenas fiestas del pueblo que se precien tienen de todo, coches de choque, noria infantil, bingo cutre con regalos más cutres todavía, castillos inflables (en este caso frente al castillo de verdad), el tren de la bruja, el enterprise, escopetas con la mirilla torcida para que no des a ni un blanco y un montón de puestos de comida, ropa y demás donde se nota de primera la mano la globalización: doner kebab al lado de hamburguesas al lado de patatas rellenas con maíz al lado de los bocadillos de chorizo de toda la vida (preparados por marroquíes, eso sí) al lado de pantalones de telas guatemaltecas cosidos en Nepal y negros vendiendo películas pirateadas, gafas y cinturones en todas las esquinas.
Por momentos te sientes atrapado en algún momento de hace 30 años o en una película de Almodóvar de las buenas.
Como las fiestas me han parecido cuando menos, pintorescas, dejo las fotos de las mismas para más adelante y os pongo unas fotos de florecitas y esas cosas.