Terminé mi trabajo en Costa Rica y fui invitado a un festival indígena en la provincia de Bocas del Toro en Panamá, en una comunidad Ngöbe-Buglé en cuya playa se da una de las mayores anidaciones de tortuga laúd de todo Centroamérica.
Subimos río arriba hasta las lagunas de Damani donde la selva, intacta, parecía en su máximo apogeo, donde el silencio era abrumador en un principio y desconcertante después.
Cuando regresé al pueblo (Río Chiriquí), con el festival en sus postrimerías, comencé a entender ese silencio.
En los puestos se servía arroz con pollo... o iguana, al gusto; también se podían ver agutí, paca, conejos de monte, y otros animales de monte listos para su consumo.
En las espaldas de la gente no eran raras las mochilas hechas con la piel de animales cuyas extremidades unían a modo de tirantes. Las había de mono araña, ocelote, margay, tolomuco, kinkayú...
A la puerta de la escuela una cría de tolomuco atada a un corto cordel, daba otra idea de por qué esa selva tan aparentemente prístina, no era más que un desierto verde, donde no se oían a los monos gritar, a los pájaros cantar ni las iguanas esconderse a nuestro paso.
¡Se lo habían comido todo!
Este fenómeno, conocido como "selvas vacías", es la consecuencia de otro fenómeno poco conocido y mal entendido en el mundo occidental: la carne de caza o bushmeat en inglés, una de las mayores amenazas a la fauna de hoy en día.
Por su "modus operandi" y su, aparentemente inocente, semejanza al dicho español de "ave que vuela a la cazuela", es un problema del que se habla poco, ya que parece políticamente incorrecto hablar mal de la gente que se busca la su sustento.
Pero es que no es así.
La mayoría de las piezas cobradas en los bosques y selvas, son vendidas en las ciudades donde las crecientes clases medias del mundo en desarrollo, pagan barbaridades por comer algo que simplemente "está de moda".
Y es que es muy triste, pero en ciudades como Malabo, Brazzaville, Kinshasa, Libreville o Bangui, está de moda entre las clases más pudientes comer monos, antílopes, pangolines, elefantes e incluso chimpacés y gorilas.
Desde nuestra perspectiva occidental tendemos a justificarlo porque pensamos que es la única proteína que come "esa pobre gente", pero, como digo, no es el caso: la gente que paga por comer un mono, puede pagar por comer un pollo (que de hecho es mucho más barato).
Y los cazadores, que son los que dependen de estos animales realmente para su sustento son, como siempre, verdugos y víctimas. Verdugos porque son los que ponen los animales en el mercado; y víctimas porque son los que menos se benefician de su propio trabajo, impidiéndoles salir de su miseria y, de hecho, adentrándose, con cada pieza cobrada, más en ella.
Paseando recientemente por el mercado de Bayanga en la República Centroafricana, pude ver varias especies de antílopes de bosque y monos, pero es un mercado muy pequeño en un pueblo insignificante; lo que se puede ver en mercados como los de Brazaville, Kinsasha o Malabo, pondría los pelos de punta a cualquiera.
Por otro lado, la ausencia de todos estos animales de sus selvas y bosques afecta de manera directa a los ecosistemas donde viven de un modo que apenas se comienza a entender pero que se sabe devastador en un futuro que comienza a estar muy presente en demasiados lugares ya.
La carne de caza es uno de los problemas ambientales más desconocidos y preocupantes. Aparte de posicionarnos en contra, lo único que podemos hacer es no consumir este tipo de productos.
Claro, la mayoría de vosotros me dirá que en vuestros mercados no hay nada de esto, pero todos viajamos y yo he tenido que escuchar a personas que se vanaglorian, por ejemplo, de haber probado tortugas marinas en China o monos en Gabón.
Yo soy de los que viajando pruebo de todo, pero jamás sería partícipe de este problema.
Más información aquí:
http://www.bushmeat.org/
http://news.mongabay.com/2010/1103-hance_busmeat_seeds.html?utm_campaign=General+news&utm_medium=Twitter&utm_source=SNSanalytics
http://wwf.panda.org/who_we_are/wwf_offices/ghana/solutions/index.cfm?uProjectID=9F0739
Subimos río arriba hasta las lagunas de Damani donde la selva, intacta, parecía en su máximo apogeo, donde el silencio era abrumador en un principio y desconcertante después.
Cuando regresé al pueblo (Río Chiriquí), con el festival en sus postrimerías, comencé a entender ese silencio.
En los puestos se servía arroz con pollo... o iguana, al gusto; también se podían ver agutí, paca, conejos de monte, y otros animales de monte listos para su consumo.
En las espaldas de la gente no eran raras las mochilas hechas con la piel de animales cuyas extremidades unían a modo de tirantes. Las había de mono araña, ocelote, margay, tolomuco, kinkayú...
A la puerta de la escuela una cría de tolomuco atada a un corto cordel, daba otra idea de por qué esa selva tan aparentemente prístina, no era más que un desierto verde, donde no se oían a los monos gritar, a los pájaros cantar ni las iguanas esconderse a nuestro paso.
¡Se lo habían comido todo!
Este fenómeno, conocido como "selvas vacías", es la consecuencia de otro fenómeno poco conocido y mal entendido en el mundo occidental: la carne de caza o bushmeat en inglés, una de las mayores amenazas a la fauna de hoy en día.
Por su "modus operandi" y su, aparentemente inocente, semejanza al dicho español de "ave que vuela a la cazuela", es un problema del que se habla poco, ya que parece políticamente incorrecto hablar mal de la gente que se busca la su sustento.
Pero es que no es así.
La mayoría de las piezas cobradas en los bosques y selvas, son vendidas en las ciudades donde las crecientes clases medias del mundo en desarrollo, pagan barbaridades por comer algo que simplemente "está de moda".
Y es que es muy triste, pero en ciudades como Malabo, Brazzaville, Kinshasa, Libreville o Bangui, está de moda entre las clases más pudientes comer monos, antílopes, pangolines, elefantes e incluso chimpacés y gorilas.
Desde nuestra perspectiva occidental tendemos a justificarlo porque pensamos que es la única proteína que come "esa pobre gente", pero, como digo, no es el caso: la gente que paga por comer un mono, puede pagar por comer un pollo (que de hecho es mucho más barato).
Y los cazadores, que son los que dependen de estos animales realmente para su sustento son, como siempre, verdugos y víctimas. Verdugos porque son los que ponen los animales en el mercado; y víctimas porque son los que menos se benefician de su propio trabajo, impidiéndoles salir de su miseria y, de hecho, adentrándose, con cada pieza cobrada, más en ella.
Paseando recientemente por el mercado de Bayanga en la República Centroafricana, pude ver varias especies de antílopes de bosque y monos, pero es un mercado muy pequeño en un pueblo insignificante; lo que se puede ver en mercados como los de Brazaville, Kinsasha o Malabo, pondría los pelos de punta a cualquiera.
Por otro lado, la ausencia de todos estos animales de sus selvas y bosques afecta de manera directa a los ecosistemas donde viven de un modo que apenas se comienza a entender pero que se sabe devastador en un futuro que comienza a estar muy presente en demasiados lugares ya.
La carne de caza es uno de los problemas ambientales más desconocidos y preocupantes. Aparte de posicionarnos en contra, lo único que podemos hacer es no consumir este tipo de productos.
Claro, la mayoría de vosotros me dirá que en vuestros mercados no hay nada de esto, pero todos viajamos y yo he tenido que escuchar a personas que se vanaglorian, por ejemplo, de haber probado tortugas marinas en China o monos en Gabón.
Yo soy de los que viajando pruebo de todo, pero jamás sería partícipe de este problema.
Más información aquí:
http://www.bushmeat.org/
http://news.mongabay.com/2010/1103-hance_busmeat_seeds.html?utm_campaign=General+news&utm_medium=Twitter&utm_source=SNSanalytics
http://wwf.panda.org/who_we_are/wwf_offices/ghana/solutions/index.cfm?uProjectID=9F0739