Vimos pocos animales en general y curiosamente lo que más abundó fueron los leones, elefantes y búfalos, de los que vimos una manada gigantesca acosada (sin mucho arrojo, todo hay que decirlo) por dos leones machos.
Pero vimos algo que bien vale por todo un safari.
Estábamos parados viendo unas gallinas de guinea, cosa que nadie hace, la mayoría de la gente sólo se para para ver a los "big five" (león, elefante, búfalo, leopardo y rinoceronte, denominación procedente de la época de las grandes cacerías africanas). De repente hubo como una explosión de gallinas, todas volando, todas cacareando y en medio un resplandor blanquecino que no pude identificar.
Cuando las gallinas, todavía cacareando y por un buen rato, se dispersaron y alejaron hacia un árbol cercano, quedó en medio un solitario y fracasado serval, con cara de sorpresa.
El serval es un felino de tamaño pequeño muy difícil de ver, de hecho el guía no lo había visto nunca y, de hecho, dijo, erróneamente, que era un caracal.
Lo que parece increíble es que teníamos al serval a escasos dos metros de nosotros, estábamos mirando hacia donde él estaba y no fuimos capaces ninguno de verlo. Vale que no lo viera yo, pero que no lo viera Mónica, que tiene muy buena vista...
Con el serval en la lista de "vistos", nos volvimos bien contentos a Nairobi.