Creo que hasta que no has viajado por un país de estos complicados como muchos del oeste y centro de África, no empiezas a saber qué significa eso de "saber viajar" y si algo he aprendido en este viaje es que me queda mucho que aprender en esto de VIAJAR, así, con mayúsculas.
La República Centroafricana (ya contaré otro día algo de historia) está en una de las zonas más conflictivas del planeta, con Sudán y Chad al norte, los Congos por el sur y Camerún al oeste. Solo Camerún y Congo-Brazaville no tienen guerrillas internas ni bandidaje, lo que no quiere decir que no tengan problemas, solo que son "menores".
Aterricé en Bangui, que con unos 600.000 habitantes es la ciudad más grande y capital de un país de 4,4 millones de personas algo más grande que la península Ibérica, así que es uno de los países menos densos del mundo. Casi todo el país es sabana más o menos arbolada con los típicos animales africanos, leones, elefantes, antílopes y todo eso, en grandes cantidades, pero casi nada explotado para el turismo, aunque algo más para la caza.
El sur, donde yo he estado, está cubierto por las selvas de la cuenca del Congo, la segunda selva más grande del mundo.
De Bangui fui a Bayanga, el pueblo donde WWF tiene la sede del proyecto de Dzanga- Sangha (léase "sanga-sanga), 500 kilómetros y 15 controles policiales más al oeste.
Lo de los controles tiene su gracia, para algunos, pero no para mí que todo lo que sé de francés es que "yo no compro pan".
La verdad es que en la mayoría solo te piden los papeles, pero hay una molesta minoría que además se inventa lo que sea para sacarte algo de dinero y como WWF tiene como principio no pagar sobornos, a veces pasamos más tiempo del deseado frente a la cara malhumorada de los polis.
En uno me pidieron la cartilla de vacunación, al ver la fecha de la de meningitis me dijeron, así sobre la marcha, que estaba caducada, y sobre la marcha me inventé que en España somos muy chulos y vale para diez años (mentira, el poli tenía razón en lo de caducada, pero esa vacuna no es obligatoria en su país).
Como no se quedó muy conforme, se inventó que hacen falta tres sellos, uno por cada pinchazo, así que me inventé que en España te ponen el sello solo tras el último pinchazo.
Como ya no sabía qué inventar, me dijo que yo podía contaminar todo el país y ser un riesgo para la salud de su país (yo, pero no los 7 compañeros de viaje negros con los que compartía viaje y que por supuesto no tenían ninguna vacuna ni cartilla ni nada) y que para evitarlo lo mejor era... darle 2000 francos (unos 3 euros).
De Bayanga fui a la reserva, habiendo pasado por los tres diferentes campamentos que tienen repartidos por allí y además fui a un hotel en la rivera del río Sangha donde pasé un par de días.
Como cada campamento, Mongambe, Baï Hokou y Dzanga Baï, ha sido muy diferente, iré contando poco a poco algo de cada sitio..
Si alguen tiene algun interés especial por algo que lo diga y quizá me explaye más.